jueves, 24 de julio de 2008

Efectos de Escritorio. Luis Cano


No es casual, creo, que el texto que abre esta selección realizada por el propio autor lleve este nombre. Porque efectivamente su relación especular con el título de todo el volumen es más que singular. Cano juega con las palabras, las utiliza como un niño-adulto. Las dice como un niño, casi al pasar, ingenuamente, pero las utiliza como un adulto, consciente, agudo, mordaz. El diccionario es la herramienta más estúpida que cualquier lector de Cano pueda llegar a utilizar. Utilizar herramientas en su obra es estúpido. Yo uso herramientas... Ergo
“Las” palabras en Cano funcionan como valijas que recogen en su mera enunciación (material y espacio-temporal) los diferentes usos a los que podrían haber sido expuestas si no hubieran sido expuestas a este uso singular de “la” palabra. Estos efectos de escritorio tienen la habilidad de ser en sí mismos una deriva, operan como un río a partir del cual cada escrito nos lleva a un puerto único, en el cual marineros poderosos gozan de los placeres carnales. Decisión individual: dejarse llevar como los marineros y gozar con las incertidumbres de la navegación, o elegir el camino seguro, quedarse en tierra, y ser luego los depositarios casi pasivos de tanta pasión contenida ayer, desbocada hoy. Juego hermenéutico con trampas: navegar con Cano nos puede llevar a una isla paradisíaca o a un naufragio más o menos probable. Una sola cosa es segura: optar por la tranquilidad de la tierra resulta infinitamente más tedioso. Los preconceptos, los prejuicios, los presupuestos, nos retornan siempre al punto de partida. Y lo que es peor: la idea del retorno no es más que una ilusión, porque en realidad, nunca nos habremos movido.
Notas marginales publicadas en Efectos de escritorio. Aurelia Rivera.
ISBN 987-20892-6-4